De Campañas En Barathrum

¿Donde Están Los Cadetes?

By Gabriel on 2016-04-06

Nueva entrega de las Crónicas de Barathrum, campaña en dichas fantásticas y lejanas tierras, llenas de traición y tiranía ¡pero también honor y gloria!

Crónica

13 de Fert del 1309 DGGP

Nuestros aventureros por diversos motivos arriban a Caspia, capital del Imperio Boreano. Un bardo simpaticón de ropas verdes y doradas, un hombre corpulento y algo verdoso cuyo rostro oculta en un inmenso casco cerrado a rosca con una rendija para sus ojos, el monje que oculta sus artes guerreras en su simple uniforme de descanso y un tímido elfo, acostumbrado al silencio del bosque y la compañía de la naturaleza, se encuentran en el Mercado Norte de Caspia, en búsqueda de fama y fortuna (especialmente esta última ya que están quebrados).

El bardo hace uso de sus conocimientos artísticos a riesgo de ser abucheado por una multitud inquieta y deseosa de conocer este artista extranjero. Los cantautores y demás artistas de la calle no veían con buenos ojos la performance de este artesano de la poesía, tejedor de notas y carismático intérprete mientras recogía con la gorra unas respetables 80 pc. Luego de varios fútiles intentos de consultar por transporte barato (preguntar a Yasim el mercader de animales, con su tonada india e ímpetu comercial, no fué tan buena idea, ni tampoco molestar a una pareja de nobles con consultas tan vulgares) decide probar suerte en una tienda a lo lejos.

Mientras tanto, el monje intenta suerte con la carpa de la Guardia Citadina. Un cortés pero breve encuentro con el Capitán Gabriel Femto sella su participación en el listado de reclutas necesario para un trabajo urgente. El Capitán reconoce en el monje su porte y pasado militar.

Al tiempo aparece un hombre corpulento que se hace camino sin mediar con permisos o protocolos. Este se presenta en la carpa del Capitán Femto y pone a disposición su “muy particular set de habilidades”. El Capitán se muestra tan impresionado por el porte de este hombre como por su falta de modales. Exige que se retire el casco para poder hablar cara a cara, como caballeros civilizados. El ser accede, pero la poca luz en la carpa impide al Capitán ver mas allá de sus facciones básicas y colita de pelo. Escribe sus datos y promete noticias en cuanto se cierre la lista.

Minutos después, aparece el bardo, consultando por acceso a transporte barato. El guardia novato Timothy Gregarous Selvejerio Santariano Yeomenter, o Tim, en su primer puesto oficial como escolta del Capitán Femto, le indica que adentro puede que la Guardia Citadina lo ayude. Una entrada con aires despreocupados no alentó al severo Capitán, pero el bardo, haciendo uso de su encanto natural se hace de un hueco en la lista de invitados a una importante misión, no sin antes ser interrumpido por el elfo que, en total falta de juicio, decide entrar rápidamente a la carpa exigiendo su participación en lo que sea que se esté organizando. De inmediato es hecho entrar en razón por el guardia novato y el estilete del bardo, resultando en la orden del Capitán que se retire y espere su turno.

Finalmente el elfo, que antes de precipitarse dentro de la carpa estaba escuchando en los alrededores de la misma lo que sucedía por dentro, es aceptado en la lista a regañadientes debido a su actitud altiva y despectiva hacia una raza tan joven como la humana. Una vez confeccionada la lista, el Capitán emprende la retirada a su oficina, llevándose consigo al elfo.

En El Pulpo Manco, Oh-Chul gasta unos cobres para ver reflejados sus ojos en un porrón de bebida, mientras observa, intrigado, el motivo de tanto movimiento de gente que entra y sale con bolsas y demás bagajes a una habitación en la parte trasera de la posada. De la nada aparece Tim, requiriendo amablemente de su presencia inmediata ante el Capitán Femnto. Oh-Chul, luego de un tenso intercambio verbal con el cantinero sobre el motivo de tanto movimiento, se retira con un amargo sabor de boca (y no de la bebida). A la salida un grupo de marineros con zorras se hacen un segundo para cerrar la boca y dejar pasar a este humano tan imponente.

Al mismo tiempo, el bardo y monje se encontraban tomando un trago en El Atún Desmenuzado cuando un Guardia Citadino les pide que los acompañe a la Estación Central de la Guardia Citadina de Caspia.

Una vez en el recinto, los aventureros son introducido a la misión por el Capitán Femto. Les informa que un grupo de cadetes liderados por el Sargento Rolón, se perdió rumbo al centro de entrenamiento ubicado un día a caballo hacia el norte, en el bosque que Abedül. La Guardia les provee de transporte adecuado para llegar sanos y salvos a destino. Saliendo del las oficinas, un rufián (Josef) hace un guiño cómplice al elfo Faladron, para que este cumpla con el favor de avisar a sus “muchachos” que estaba en la cárcel.

La travesía norteña cursa sin novedad. A llegar a los límites del bosque, consultan una pareja de leñadores por la ubicación del campamento de la Guardia Citadina. A llegar, ven una tropa de unos 20 humanos entre oficiales y cadetes entrenando duro dentro del bosque, con poleas enceradas, sogas para trepar, puentes colgantes y demás aparatos diseñados para forjar cuerpo y alma.

Los aventureros consultan al oficial a cargo de la operación, por los cadetes desaparecidos hace días. Les informa que varios grupos de cadetes pasaron por las instalaciones luego de la desaparición de los mismos y no encontraron rastros en las mismas. Los aventureros suponen que nunca llegaron a destino. Como los ve cansados del viaje, ofrece un quincho para tomar un poco de agua y descansar. Les introduce al Cabo para que sean escoltados al mismo.

Una vez en el quincho, mientras los aventureros descansan, hablan con el cabo sin poder obtener mayor información. Esbozan planes de acción sin destino firme. Al cabo de un rato, el cabo, cansado de tanta cháchara, los invita a que pasen la noche en el campamento con el favor de que lo cuiden ya que últimamente algunas cuerdas y otros aparatos del campamento estuvieron sufriendo daño y cada nuevo grupo tuvo que invertir tiempo en su reparación. Los aventureros, intrigados y cansados, aceptan.